Te has ido.
Tu cuerpo dejó de funcionar,
y te apagaste.
Te velamos para decir adiós,
y más de 100 personas se presentaron
desde todos lados
para despedirse también.
Después de eso, todo fue confuso.
No supe en qué momento
dejaste de ser mi abuelo,
y te convertiste en
una pequeña caja con cenizas.
Te fuiste.
Te fuiste y nos dejaste aquí,
ahogados en los recuerdos,
añorando uno de tus abrazos,
deseando con todas nuestras fuerzas
que aquella persona
abriendo la puerta y diciendo “hola”
seas tú;
añorando que al abrir tu habitación,
bien ordenada siempre,
te encontremos sentado en el sillón,
preparándote con ganas para ver
la novela de las siete.
Te busco, y no dejo
de buscarte en todos lados.
Te velamos para decir adiós,
y más de 100 personas se presentaron
desde todos lados
para despedirse también.
Después de eso, todo fue confuso.
No supe en qué momento
dejaste de ser mi abuelo,
y te convertiste en
una pequeña caja con cenizas.
Te fuiste.
Te fuiste y nos dejaste aquí,
ahogados en los recuerdos,
añorando uno de tus abrazos,
deseando con todas nuestras fuerzas
que aquella persona
abriendo la puerta y diciendo “hola”
seas tú;
añorando que al abrir tu habitación,
bien ordenada siempre,
te encontremos sentado en el sillón,
preparándote con ganas para ver
la novela de las siete.
Te busco, y no dejo
de buscarte en todos lados.
No dejo de hacerlo
ni en sueños, ni en pensamientos,
y mis palabras apenas alcanzan
a abarcar de mi emoción,
sólo un fragmento.
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