"El gran juego" por Emir7 | Letras de Tania

Emir Esper es un amigo que reside en Buenos Aires, Argentina. 
Escribió este texto hace poco tiempo y me pareció excelente poder compartir sus letras. 

Quizá implicaba una pérdida de tiempo. O no. No lo sabía. En ese momento sólo quería conocer el lugar, ver qué sucedía, porque me acechaba noche tras noche, siempre con un poco más de nitidez.

Todo comenzó un día viernes, de noche y esos juegos... Esos estúpidos juegos, a los cuales nunca debí haber jugado.

Éramos varios, todos amigos, en la quinta de Pablo.

Se podría haber llamado Pedro, Juan, o Roberto. Daba igual.

Era una típica noche de encuentro: música, amigos, alcohol, y un nuevo juego que había traído nuestro amigo, luego de habernos bebido varias copas.

Ante nuestra pérdida de clara noción sobre lo que significaba eso. Todos accedimos, riéndonos y sin entender muy bien, claramente bajo los efectos abrumadores del alcohol.

El juego era simple: una hoja en blanco, un lápiz, y preguntas a una supuesta entidad invocada a gritos, de la cual no sabíamos ni su nombre. Solo gritábamos diciendo: “acá te esperamos, espíritu”. Con el lápiz, íbamos anotando qué cosas nos gustarían que sucedieran y, posteriormente le preguntábamos a la entidad si podría cumplirlas. Y que si era así, nos los haga saber de alguna forma.

Al principio nada ocurrió. Solo nuestras risas idiotas, por el mal estado en el que nos encontrábamos, hasta que alguien preguntó algo que cambió un poco la perspectiva de la situación. “¿Tendría alguno de nosotros que matar a alguien de este lugar?”.

Las luces comenzaron a parpadear, hasta su apagón total.

Un estado frívolo recorría nuestros cuerpos, nerviosos por lo ocurrido.

Pablo fue a revisar que todo funcionara bien. Según parecía, la perilla de apagado automático de la corriente eléctrica se había bajado, solo eso.

Cuando la luz se encendió, todos nos miramos bajo sospecha, casi estudiándonos.

“Es un juego muy tonto. Ya mejor dejémoslo”, dijo uno de los chicos.

Eso fue todo, sin más. Luego, cada uno se fue a su casa, o al menos eso supongo.

De lo que sucedió en el camino no me pregunten, no recuerdo nada, sino más bien lo que sucedió al despertar.

Al otro día, un sueño extraño me despertó. Se escuchaban gritos, y yo miraba en la distancia. No entendía muy bien donde estaba. Solo era oscuridad, y alguien gritando. Sus gritos se encontraban algo apagados; seguramente algo cortaba ese lamento, pero no sabía muy bien qué.

Me desperté, muy aterrado. Miré a los costados, y era de día. Las 4 de la tarde del sábado.

Intenté comunicarme con los chicos, pero todos parecían estar dormidos, según creí.

Continúe mi día normalmente. Acomodé la casa, me bañé, cené… pero no podía despegar de mi cabeza esos alaridos, presos en quién sabe dónde.

Me dispuse a continuar durmiendo, y así fue. Pero no por mucho.

Estiré mis brazos y pies, hasta tocar algo. Di una fuerte patada, y abrí una puerta. Parece ser que estaba dentro de una especie de armario, o mueble.

El piso del lugar parecía un ajedrez, con azulejos blancos y negros. La luz era tenue, y el lugar bastante húmedo y sucio. Las paredes no estaban demasiado cuidadas, sino más bien bastante picadas.

Nuevamente escucho el grito. Comienzo a caminar por los angostos pasillos del lugar lentamente y con una respiración tan apretada, que parecía estar muerto en vida.

El sudor frío recorría mi cuerpo a cada paso, pero ese grito en pena no me dejaba tranquilo.

Caminé un poco más por el pasillo, mientras a mis costados las puertas aparecían abiertas de par en par.

Al fondo, una permanecía cerrada. Seguramente era la indicada.

Me dirigí más rápido hacia ella.

Sus letras en bronce decían: “Grita, y pelea por tus sueños. Centro de rehabilitación. Puerta Nº IV”.

Mi mano estaba en el picaporte, intento hacer el menor ruido posible para entrar.

Al abrir la puerta en el fondo, veo a una persona sentada, atada de pies y manos con cinta.

En su boca, un pedazo de tela.

Pero fueron pocos los segundos que esto duró.

Alguien con vestimenta de doctor, y sus ojos profundos en los míos. Toma mi cara por completo con su mano, y me empuja hacia atrás diciéndome: “No”.

Me despierto nuevamente. Las ventanas abiertas dejaban entrar una cálida brisa. El llamador de ángeles parecía estar quejándose, más que brindar un agradable sonido. O tal vez era mi estado, que así lo percibía.

Al mirar mi celular tenía un único mensaje: “estamos acá ¿Cuánto más vas a tardar en venir?

Pasaron dos horas y no respondieron dónde estaban. Llamé, pero nunca contestaron. La brisa se transformó en viento, las nubes en la noche estaban presentes, y no se vislumbraban estrellas en el cielo. Solo me quedaba enfrentarme a ello, Pero ¿dónde es que se encontraban?

Sabía que estaban en ese lugar. Tenía mucho miedo, pero necesitaban de mi ayuda.

Me decidí a buscar por internet “hospitales”, porque creí que era lo más parecido.

Ninguna imagen era similar a aquel extraño lugar de mis sueños.

Continué haciendo memoria, sentado sobre mi cama. Lo tenía: “Grita y pelea por tus sueños. Centro de rehabilitación”.

El lugar parecía estar fuera de funcionamiento, casi a las afueras de la ciudad.

Tomé las llaves del auto, y me dispuse a salir. Ya no distinguía qué era un sueño, y qué no.

En el camino, el viento se hizo lluvia y la visibilidad disminuyó considerablemente. Apenas si se podía ver yendo muy despacio.
Al llegar al lugar, la oscuridad total lo invadía.

Me propuse rodearlo, activando la linterna de mi celular. Mientras esto ocurría, mis pies se llenaban más y más de agua a cada paso, y el barro cubría poco a poco mis jeans.

Al llegar a la puerta, ésta se encontraba totalmente cerrada, y apenas si se veía un hueco.

Al espiar, todo parecía conectarse con mi sueño, o lo que consideraba que era un sueño.

Los pisos, las paredes, los focos tenues dentro del manicomio.
Rompí las cadenas que mantenían cerrada la puerta con una patada. En realidad, desprendí parte de la puerta junto con la cadena. No fue necesaria demasiada fuerza, puesto que estaba demasiado vieja.
Comencé a caminar por el pasillo. Todo parecía tan real…
Al pasar por las habitaciones, observé que todas estaban enumeradas, como en mi sueño; marcadas con bronce.
Llegué a ver el armario de donde había salido la primera vez. Estaba temblando, y el frío sudor nuevamente estremeció mi piel, congelada ya por la lluvia.
Gritos, otra vez. Eran más de uno… me acerqué, hasta llegar a la última puerta.
Abrí…y me alejé. Nadie salió a recibirme. Nadie aparecía en el fondo.
No me quedo más remedio que entrar.

Al dar los primeros pasos, pude escuchar de dónde venían los gritos. Me dirigí a la luz, y luego caminé hacia la derecha.
En ese momento, la misma mano de mis sueños cubrió mi rostro desde atrás, trabándome el cuello.
Está vez me dijo: “Sí. Ahora sí. Dormí bien. Bienvenido al verdadero juego”.
Si lees esta carta, y no es un sueño, quiero decirte que aún permanecemos aquí. Ya grité demasiado. Te necesito.

Escrito por: Emir (_.emir7._)



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¡Nos leemos pronto!

Tania Santos

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