Sueños: Sin cara | Letras de Tania

La noche del 19 de noviembre tuve un sueño muy extraño.

Soñé que era un día muy especial, como si celebrara junto con mi familia una gran fiesta, y que el lugar en el que se levaba a cabo era muy grande, con amplios salones alfombrados de diferentes colores, y algunos tenían aparadores de cristal con maniquíes modelando conjuntos de distintas épocas. 

Comencé a recorrer los salones, cada vez más hermosos y decorados, cuando comencé a notar movimientos extraños en los maniquíes. A veces cambiaban de pose, e incluso parecían moverse de vez en cuando como si el cristal les impidiera escapar, como si se tratara de una jaula. Al principio traté de ignorarlos porque mi atención estaba en pasar momentos geniales con mi familia, pero poco a poco se hizo inevitable el hecho de que aquellas figuras enceradas de grandes pestañas estaban buscando algo más que mirarnos celebrar. 

No pasó mucho tiempo antes de que notara la primera incidencia. Entré a uno de los salones hexagonales buscando a mi hermana, cuando noté que dos de los tres maniquíes que había ahí habían desaparecido, dejando solo sus huellas en el polvo dentro del lugar en el que antes se habían encontrado. 

Me dio un poco de miedo, y luego pasé de eso al terror porque comencé a verlos cerca de la gente que quiero: estaban quietos, pero demasiado al tanto de lo que hacíamos. 

Por alguna razón, ninguna de las personas conocidas se daba cuenta de lo que sucedía, como si fuera la única que notara cada movimiento. 

En un momento en el que me encontraba observando un salón lleno de gente que bailaba una especie de vals, mi hermana se me acercó.
"Recibí tu mensaje, y varias personas que también lo recibieron ya están caminando hacia allá"
"¿Mensaje? Ni siquiera traigo mi bolsa en la mano. La dejé en el guardarropa junto con mi teléfono"
"¿De verdad? Pues todos recibieron un mensaje tuyo que decía que fuéramos al salón más lejano, el de alfombra azul. No decía por qué."

Me asusté. No sabía quién era la persona que estaba enviando esos mensajes y algo me decía que toda esa gente no se estaba dirigiendo con alegría a la mejor parte del lugar. Podía ser una trampa. 
Fue entonces cuando me adelanté con rapidez hasta el salón de alfombra azul, y me sorprendí mucho al ver a dos maniquíes de niños con mi teléfono en las manos. Ninguno se movía en el momento en el que me les acerqué, pero cuando traté de tomar mi teléfono uno me tomó del brazo y trató de hacerme caer al suelo. El otro se puso de pie y echó a correr a una puerta abierta que estaba en completa oscuridad al fondo de la sala azul. Algo se oía dentro de esa sala; un gruñido extraño que provenía de ahí, junto con una silueta sin rostro que apenas se distinguía en la oscuridad. Esto hizo que se me erizara la piel, alertándome y buscando alejarme de inmediato. 

Debía escapar. Debía alejar a la gente de la sala azul, así que empujé al maniquí de niño que aún seguía molestándome y eché a correr a la entrada de la sala. Antes de que cualquier persona pudiera poner un pie en ella, jalé las puertas lo más rápido que pude y cerré por fuera la sala. Por suerte para todos, esa puerta era el único acceso a ella. 

La gente me miró, extrañada por mi actitud y mi rostro afectado por un miedo indescriptible. Comenzaron a preguntarme acerca de la sorpresa que les había prometido dentro de ese lugar, o que al menos explicara por qué cerraba la sala azul de golpe.

No quise explicar nada en el momento porque sabía que nadie más había visto lo que yo vi, y mucho menos comprenderían que estaba tratando de protegerles, así que me limité a decir que me habían dado indicaciones de cerrar porque se había roto uno de los cristales y habría que limpiar meticulosamente antes de permitir el paso de nuevo. Pareció que me creyeron, y volvieron a los demás salones alfombrados entre risas y ganas de seguir celebrando. 

El sueño terminó en que yo me quedaba recargada en la puerta, y a mi espalda, un ronco gruñido me susurraba al oído que aquello aún no había terminado.


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